El brote de Omicron en China a finales de 2021, generó medidas de aislamiento en muchas ciudades y puertos (The Wall Street Journal señala al puerto de Tianjin, las ciudades de Xian, Yanan y Shenzen, entre otras), generando atrasos en la cadena de abastecimiento que están impactando en varios rubros y gigantes de la industria. Esta contención estricta del brote, se ve influenciada también por el comienzo de los Juegos Olímpico de Invierno de Pekín que comienzan en Febrero. China aísla ciudades enteras, y con ello, el mundo que depende de sus productos, comienza a estresarse.
Toyota, Volkswagen y fábricas de chips, están teniendo grandes retrasos debido a las restricciones, comenzando a generar cuellos de botella en la entrega de producto, y los puertos de Shangai, Ningbo, Shenzhen y Guangzhou, experimentan demoras desde finales de 2021.
La nueva cepa del COVID-19 impacta en los puertos de Los Ángeles y Long Beach en EEUU, y Reino Unido, donde a su vez la escasez de conductores de camión no permite agilizar el flujo de mercancía hacia el mercado (un fenómeno único….no hay camioneros).
Otro factor que puso en jaque al comercio internacional en el ultimo trimestre del 2021 fue la crisis de los contenedores, debido a la reactivación de la demanda después de la inactividad mundial del 2020 y los atascos y cuellos de botella en los principales puertos, que inmovilizaron muchos contenedores con producto, y que, al no poderlos despachar desde los puertos de destino, inmovilizaron contenedores marítimos en la costa Este de EEUU. Aun a inicios de 2022, se sigue sintiendo la carencia de contenedores, junto con el encarecimiento de su provisión.
Este coctel, impacta en la eficiencia de la supply chain global, incrementando los costos logísticos marítimos, y contribuyendo en cierta proporción al aumento de la inflación, que se está dando en la economía global (además de otros factores, los programas de estimulo donde se inyectó dinero para mantener la economía durante la peor parte de la pandemia y el plan de Biden de 3 billones de USD en mejoras de infraestructura).
Ante el panorama, y viendo que el horizonte muestra un agravamiento del cuadro al menos en el primer semestre del 2022, las empresas incrementan sus stocks de protección o seguridad, para evitar desabastecimientos y paradas de líneas de producción (sobre todo en Occidente). Un acto reflejo lógico, pero que puede tener consecuencias financieras negativas, si no se tiene un buen pulso de la demanda en el corto plazo.
Muchas empresas, acostumbradas a trabajar con metodologías Just In Time, o que manejan insumos importados críticos, se vieron obligadas a contratar almacenes externos para pasar la contingencia, pero que con la volatilidad de los tiempos de entrega, se planteen hoy nuevas estrategias de aprovisionamiento, desde localizar fuentes de aprovisionamiento cercanas, contratar almacenamiento en origen, o incluso, inversiones en nuevas bodegas.
Esa aceleración de la demanda, debido a la construcción del stock de seguridad y que se da en unos pocos ciclos de reaprovisionamiento, puede generar un efecto látigo en la demanda que ocasione aguas arriba de la cadena de suministro una burbuja de producción que dentro de unos meses se corte bruscamente, y genere mayor distorsión en la distribución y fábricas de origen. Es muy importante detectar y coordinar la información en todos los eslabones, para procurar ajustar las proyecciones de ventas de los próximos meses, y minimizar el impacto financiero de inmovilizar grandes cantidades de capital, o errarle a la demanda, y comenzar a generar excesos y obsoletos en el inventario.
(fuentes: WSJ, Nius Diario, Libre Mercado).
Lucas Garcia (Editor SC Tank)
